El Cártel del Golfo ha ejercido un control significativo sobre los medios de comunicación locales en Matamoros, asegurando que se mantenga en secreto el asesinato de Gumercindo “El Gume” Pérez Maya, un lugarteniente de la organización. Las autoridades encontraron su cuerpo en un vehículo abandonado, lo que despertó una inmediata reacción de los reporteros, quienes recibieron advertencias para no cubrir la noticia debido a las potenciales repercusiones violentas. El entorno de tal silencio mediático refleja el poder del cartel para influir en la narrativa pública, especialmente en el contexto de la violencia creciente en la región fronteriza.
El Gume, un hombre de 45 años, había estado en el Cártel del Golfo durante muchos años y era considerado un jefe de rango medio. Sin embargo, su muerte estuvo marcada por rumores de traición dentro del propio cartel. La situación se volvió aún más complicada cuando se reveló que, a pesar de las advertencias de mantenerse alejado de Matamoros, regresó a la ciudad donde tuvo un desacuerdo con otros miembros de la organización. Su presencia en la región y la falta de cumplimiento de las instrucciones para evitarla parecen haber contribuido a su eventual asesinato.
La violencia en Matamoros ha ido en aumento en los últimos tiempos, con las facciones del cartel enfrentándose entre sí por el control territorial y conflictos internos. Los Escorpiones y los Ciclones, que son dos facciones enemigas dentro del Cártel del Golfo, han estado envueltos en hostilidades constantes, aumentando el caos y el terror en la comunidad. Esta guerra entre facciones se ha intensificado mediante enfrentamientos abiertos y la lucha por el control de las actividades ilícitas, como el tráfico humano y el narcotráfico.
A pesar de su reputación tranquila y sus conexiones locales, la vida de El Gume estuvo marcada por escándalos. Una grabación en la que se le escuchaba presionando a sus subordinados para robar vehículos para el cartel salió a la luz, lo que complicó aún más su situación y sus relaciones dentro de la organización. Además, a pesar de múltiples arrestos anteriores, El Gume siempre logró evadir consecuencias legales gracias a sobornos, un indicativo de la profunda corrupción que permea el sistema judicial en México y que permite a muchos involucrados en el crimen continuar operando.
Los funerales de El Gume se llevaron a cabo con gran pompa, incluyendo música y una considerable presencia policial, lo que contrasta con el silencio que los medios locales mantuvieron sobre el evento. Aunque los datos sobre su asesinato fueron censurados, se filtró información a través de redes sociales, donde su familia publicó un breve obituario, confirmando así su muerte. Este acto último de reconocimiento resuena con la complejidad de vivir en un área dominada por el crimen, donde la fatalidad de sus miembros puede ser a la vez condenada y celebrada.
Las repercusiones de su muerte parecen ser tensas en el contexto más amplio de la lucha del Cártel del Golfo. Con la vida de El Gume marcada por la violencia, el poder y la supresión, su historia representa un microcosmos de la complicada red de lealtades y traiciones que caracterizan el crimen organizado en la región. La continua vigilancia y el control de la narrativa por parte de los carteles subrayan la batalla por el poder que se libra no solo en las calles, sino también en las percepciones públicas de la violencia y la criminalidad en México.